En la era de la autoedición, están tomando protagonismo los llamados ‘lectores beta’. Son voluntarios que leen el borrador (o manuscrito) de un libro y dan su opinión sincera sobre lo que funciona, lo que no funciona y lo que falta. No son editores de mesa y no están buscando básicamente errores tipográficos.
Los lectores beta proporcionan un servicio de valor incalculable a los autores, porque ofrecen perspectivas únicas que el escritor no tiene y, además, son (o deben ser) parte del público objetivo de una obra. Continuar leyendo